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Una feria para devolver la sonrisa a un pueblo

Enrique Bediaga, ex gerente de la conservera Sálica, tiene un estrecho vínculo con Bermeo y ha sido parte activa de la organización de Arrain Azoka durante años. Sus lazos con el mundo del mar y la pesca hicieron que se implicara en la organización de la Arrain Azoka desde sus primeros compases, un compromiso que sostiene porque está convencido de que la feria ha supuesto un impulso fundamental para la revitalización de la bella localidad vizcaína.

¿Cómo se gestó el proyecto de la Arrain Azoka de Bermeo?

El proyecto Arrain Azoka lo conocí en 1994 cuando el alcalde de la época Juan Karlos  Goienetxea, el concejal Benito Ibarrolaza y la responsable de Turismo Begoña Gangoiti convocaron en el Ayuntamiento a los sectores conservero, armador y hostelero, a la cofradía de pescadores y a la escuela de formación profesional náutico-pesquera con el fin de presentarnos la idea que tenían en mente: celebrar una feria del pescado en Bermeo.

A mí me pareció una gran idea. Yo aterricé en Bermeo en 1990 como director general de una nueva conservera, Sálica, fruto de la fusión de dos conserveras tradicionales, Astorquiza y Campos.

En esos momentos Bermeo sufría una durísima crisis económica, con índices de paro superiores a los actuales, por lo que se necesitaba algún revulsivo y la Arrain Azoka podía servir para conseguirlo. Se creó una sociedad en la que el alcalde era el presidente y yo el vicepresidente. Me involucré todo lo que pude desde el inicio porque este proyecto lo consideré vital para Bermeo.

 

¿Cuál ha sido la aportación que la Arrain Azoza a hecho a Bermeo?

Puede dar la impresión que montar la feria tenía como objetivo resultados económicos mediante la venta de productos. En mi opinión esto era muy secundario. Lo principal era hacer algo que sirviera para levantar la autoestima del pueblo, ser capaces de trabajar juntos los diversos sectores y poder demostrar a todos los que nos visitaran que Bermeo era un pueblo vivo, que abría sus puertas para que apreciaran nuestras actividades, disfrutaran de nuestro entorno y de su hostelería.

El bermeano, tal y como es, enseguida sale a la calle y muestra una alegría única. El resultado fue que los visitantes transmitieron su satisfacción y su enamoramiento y, de rebote, algo tan necesario como elevar la autoestima del pueblo, al sentirse querido, apreciado y valorado.

Otra aportación de la feria fue la colaboración que se creó entre los diferentes sectores y el compartir que se fraguó entre empresas competidoras. Todo esto propició la aparición de relaciones profesionales más cercanas y productivas.

Y, por último, la Arrain Azoka pasó a formar parte con todo merecimiento del calendario festivo de Bermeo. Son unas fechas que se esperan con ilusión por todos, bermeanos y vizcaínos en general.

 

¿Qué podemos hacer para seguir proyectando la feria en el futuro?

En primer lugar, habría que darle una vuelta al modelo de Feria para incorporarle novedades atractivas para sus visitantes y, a poder ser, darle un toque internacional.

En cuanto al pueblo, en mi opinión, debería desarrollar más el sector servicios, al abrigo del cada vez mayor peso del turismo de calidad de Bilbao. Una mejor hostelería, no se entiende una localidad pesquera por excelencia sin el olor del pescado en parrillas en la calle, hotelitos con encanto. Un pueblo con tanto sabor y ubicado entre Gaztelugatxe y Urdaibai es un lujo que debemos aprovechar.

Además, tenemos que esforzarnos en situarlo en el mundo. Bermeo debe ser un referente mundial del atún. Sus empresas armadoras, su pesca artesanal, sus conserveras y el soporte investigador de primerísimo nivel que aporta el centro tecnológico Azti así lo avalan.

 

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