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Santo Tomás, una feria con mucha historia

El próximo 21 de diciembre, como cada año, El Arenal y La Plaza Nueva de Bilbao volverán a ser un hervidero de gente que se acercará para disfrutar y gozar del ambiente festivo del Mercado de Santo Tomás. Tal y como lo vienen haciendo desde hace muchas décadas, los productores y baserritarras de Bizkaia se darán cita para mostrar al numeroso público sus mejores productos y de esta manera tender un puente entre el mundo rural y el urbano.

Es una tradición que se remonta al menos al siglo XIX, cuando los caseros acudían a la capital a pagar las rentas anuales a los propietarios de sus caseríos, que en su gran mayoría residían en Bilbao. Teniendo en cuenta la cercanía de la Navidad, además de la aportación económica, obsequiaban al arrendador con una selección de los mejores artículos de la tierra y de sus corrales, sin olvidar los productos derivados del cerdo. Según los informantes, ellos en compensación les ofrecían un almuerzo o una comida.

Las caseras aprovechaban el viaje a Bilbao para vender hortalizas, huevos, capones, gallos... y así abastecer a la gente de la villa de cara a las celebraciones navideñas. Con la ganancia obtenida, compraban el típico bacalao y si sobraba algo de dinero algún que otro turrón y mazapán para los niños y niñas de la casa.

Estas ventas se realizaban en la Playa Mayor, actualmente Mercado de la Ribera, hasta que en 1915, Félix García Arzeluz (1869-1920), escritor costumbrista bilbaino, decidió organizar un mercado-exposición en la Plaza Nueva.

Desde 1945 se encargó de su organización y patrocinio la Caja de Ahorros Vizcaina, precursora de la actual BBK que sigue al frente de la misma. Con el correr de los tiempos el Mercado ha ido evolucionando y ampliando su espacio expositivo al Arenal. Anualmente se otorgan premios a los mejores productos en distintas secciones: hortalizas, frutas, queso, miel, sidra, chacolí...

Para conocer a algunos de los protagonistas de este Mercado de primera mano nos hemos acercado a Getxo, al barrio de Larrañazubi a casa de Juan Antonio Zabala; y a Arrieta, al caserío Biortzatxu, donde vive Iker Villasana.

Juan Antonio nos recibe rodeado de todas sus aves de corral que campan libremente en los terrenos contiguos a la casa. Juan es uno de los baserritarras veteranos de este mercado. Comenzó a ir con veintitrés años junto a su madre que era asidua a las plazas de Portugalete, Plentzia... Desde entonces ha acudido desde bien temprano, ininterrumpidamente, durante cuarenta años. Según él mismo reconoce: "el mercado de Santo Tomás para mi ha sido, es y será el mejor de todo el año".

En aquellos primeros años llevaban productos de la huerta: alubia, puerros, berzas, coliflores, pimientos secos, cebolla roja, huevos... Llegando a conseguir en varias ocasiones el primer premio en la sección de verduras. Posteriormente comenzaron a vender gallos y capones, que tenían gran éxito para las celebraciones navideñas.

Actualmente es el único productor que acude con animales vivos. En su puesto no faltan conejos, gallinas, gallos, capones, gansos, palomas... Pero confiesa apesadumbrado que hoy en día se ha perdido mucho la tradición de degustar este tipo de productos. Sus clientes habituales han ido desapareciendo y no hay relevo entre los jóvenes consumidores, por lo que las ventas han bajado muchísimo en los últimos años. A pesar de ello, y de que su trabajo es muy esclavo —sin un día libre en todo el año—, Juan Antonio tiene intención de acudir al mercado mientras le queden fuerzas para seguir trabajando.

Otro caso muy distinto es el del bilbaino, afincado en Arrieta, Iker Villasana, que acudirá este año 2017 por tercera vez al Mercado de Santo Tomás.

Este joven labrador, apasionado de la agricultura desde niño, dejó el negocio de la autoescuela al que se dedicaba con sus padres, y decidió dar el salto dedicándose profesionalmente al mundo de la agricultura ecológica hace cuatro años. En las tierras del caserío Biortzatxu, tanto al aire libre como en invernaderos, en unas dos hectáreas de terreno, produce un asombroso surtido de hortalizas y verduras que abastecen a un pequeño grupo de consumo y a restaurantes como el Nerua del Museo Guggenheim. También vende parte de su producción en los mercados de Arrieta y la Plaza Nueva de Bilbao.

La peculiaridad de la huerta de Iker es la increíble variedad de especies que cultiva. Algunas de ellas son conocidas y consumidas por el público general. Otras en cambio, proceden de lejanas tierras (China y Japón mayormente) y son completamente ajenas para la gran mayoría; aunque no para los restauradores punteros, que hacen uso de ellas en la elaboración de sus magníficos y exóticos platos.

¡Esperamos poder seguir contando con la participación de los dos durante muchos años más!

 

Artículo de Akaitze Kamiruaga

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