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La campaña de bonito despliega sus redes

Todos los años, cuando se descuentan los últimos días de mayo, los municipios marineros de Bizkaia se preparan para recibir una de las campañas más importantes para su economía: la pesca de bonito.

Los barcos que trabajan la modalidad de cacea o curricán son los primeros en hacerse a la mar y, semanas más tarde, son sus compañeros de pesca con cebo vivo los que surcan el océano en busca de un producto tan apreciado para su consumo fresco como en conserva.

Los pesqueros vizcaínos parten de Ondarroa, Lekeitio, Bermeo y Santurtzi en busca del bonito del Atlántico Norte, que en los primeros compases de la campaña se encuentra en las proximidades del archipiélago de las Azores y, a medida que avanzan las semanas, orienta su ruta al norte, rumbo a las costas de Irlanda, o al nordeste, penetrando en el Golfo de Bizkaia.

“Bonito hay en muchos sitios, en Marruecos, en Australia, en la costa de Los Ángeles, pero el bonito del Atlántico Norte tiene más sabor y una textura más jugosa. Es un pescado con excelencia, de los que no me aburro de comer”, dice el presidente de la Federación de Cofradías de Pescadores de Bizkaia, Iñaki Zabaleta.

En su opinión, la campaña del bonito es, junto con la de la anchoa, tremendamente relevante para los pesqueros vizcaínos.

“Si cualquiera de las dos campañas falla, los barcos salen muy mal parados”, precisa el presidente de la Federación, quien añade que la actividad transforma la realidad de los municipios, en los que durante los meses de captura de bonito “se trabaja a tope”.

Los barcos pueden estar en los mares durante dos semanas seguidas y el tiempo que invierten fuera del puerto no tiene que ver con la distancia recorrida o la lejanía, sino con la actividad desempeñada.

Zabaleta describe la campaña como un periodo complejo para los patrones, que se ven en la necesidad de tomar decisiones delicadas constantemente. Los barcos salen en busca del bonito y cuando lo encuentran deben decidir hasta cuando prolongan la pesca, en qué momento regresan al puerto a descargar y vender, si vuelven al mismo punto en el que estaban, con el riesgo de que el bonito ya no se encuentre en el mismo lugar, o exploran zonas nuevas…

“Para el patrón es un sinvivir. Tiene que tomar muchas decisiones y puede pinchar en cualquiera. Siempre ha sido así. Nuestra vida es esa”, reflexiona.

Este año, sin embargo, Zabaleta encuentra solaz en el precio del combustible, que no es tan acusado como en otras campañas y dará un respiro a los pesqueros.

 

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